Entrevista al artista Juan Carlos González
- by Mundoarti
- 11/12/2025
Hoy tenemos el placer de conocer al pintor Juan Carlos González, a través de una entrevista muy íntima... ¡Empezamos!
Cuéntanos sobre ti
Nací en París (Francia), aunque mi identidad se expande desde Ourense hasta Castellbisbal (Barcelona), lugar donde vivo. Estos territorios han marcado profundamente mi sentido de pertenencia y mi manera de entender el arte.
Aunque mi recorrido ha sido autodidacta, he estado acompañado por figuras clave, algunas fundamentales en mi trayectoria. Siempre estaré agradecido a la gran artista visual Ana Dorcu, cuya mirada y escucha han sido decisivas no solo en la consolidación de mi lenguaje pictórico, sino también en la posibilidad de explorar con libertad una voz propia que combina lo técnico, lo simbólico y lo poético.
Mi trayectoria se ha ido construyendo desde la vulnerabilidad y la necesidad de transformar la experiencia emocional en un acto público de dignidad. Con el tiempo, esta búsqueda se ha legitimado en el ámbito institucional: recientemente he sido incluido en el Archivo de Artistas Abstractos Españoles (AAAeE) de la Fundación Juan March, un reconocimiento que sitúa mi obra dentro de una constelación generacional y me vincula a la historia del arte abstracto en España.
He expuesto tanto en el ámbito local como internacional, con presencia en catálogos como el de Arrival Gallery en Londres, siempre con la voluntad de tender puentes entre mis raíces territoriales y una comunidad artística más amplia. Cada gesto, cada obra y cada correspondencia forman parte de un ritual que busca resonar con quienes se acercan a mi trabajo, invitándolos a compartir un espacio de emoción, ética y memoria.
¿Qué disciplina artística trabajas?
Mi práctica artística se sitúa principalmente en el ámbito de las artes visuales, con un lenguaje que se nutre de la pintura y el dibujo, pero que se expande hacia lo simbólico y lo poético. No concibo la disciplina como un límite técnico, sino como un territorio abierto donde cada gesto puede convertirse en obra.
Trabajo con materiales tradicionales —pigmentos, soportes, trazos—, pero también con la capacidad de transformar la experiencia emocional en un lenguaje visual que dialoga con lo contemporáneo. Mi obra no se restringe a una técnica única: la pintura es el núcleo, pero se complementa con procesos de investigación, documentación y escritura que convierten cada pieza en un acto ritual.
En este sentido, mi disciplina es híbrida: parte de lo pictórico, pero se proyecta hacia lo conceptual y lo performativo. Cada obra es un espacio donde lo técnico se encuentra con lo simbólico, y donde la emoción se traduce en formas que buscan resonar con la memoria colectiva.
Si tuvieras que definir en una frase los propósitos de tu trabajo ¿qué dirías?
Mi propósito es transformar la emoción en lenguaje simbólico y técnico, para dignificar la experiencia humana y convertir cada gesto en un acto de memoria compartida
¿Alguna influencia en la familia? ¿Algún familiar que ya fuera artista?
En mi familia no hubo artistas en el sentido académico o institucional, pero sí una fuerte presencia de gestos creativos y sensibles que marcaron mi manera de entender el mundo. Mis raíces están ligadas a personas trabajadoras que, desde la cotidianidad, transmitieron valores de esfuerzo, dignidad y cuidado. Esa transmisión, aunque no se expresara en forma de cuadros o esculturas, fue profundamente artística: me enseñaron que cada acto puede convertirse en un ritual cargado de significado.
Podría decir que mi influencia familiar no vino de un legado artístico directo, sino de una forma de vivir la vida con sensibilidad y respeto hacia lo simbólico. Esa herencia se transformó en mi práctica: convertir lo emocional en obra, lo cotidiano en gesto poético, y lo íntimo en declaración pública.
En ese sentido, mi familia me dio la base ética y emocional para ser artista. No heredé técnicas, pero sí la convicción de que el arte es un modo de dignificar la experiencia humana y de honrar la memoria de quienes nos preceden.
Háblanos de la obra en la que estés trabajando en este momento.
En este momento estoy trabajando en una obra que continúa la línea de investigación abierta con Big Bang Emocional II. Se trata de una pieza que busca expandir la experiencia íntima hacia un lenguaje colectivo, donde la emoción se convierte en materia y la técnica en vehículo de memoria.
La obra se construye a partir de capas pictóricas superpuestas, con pigmentos que dialogan entre lo matérico y lo transparente. Utilizo procedimientos de veladuras y gestos enérgicos que generan tensiones entre lo controlado y lo espontáneo. Cada trazo es un acto ritual: no se limita a la ejecución técnica, sino que encarna un gesto simbólico que busca resonar en quien lo contempla.
El proceso es lento y reflexivo. Trabajo con la idea de que la obra no se termina en el estudio, sino que se completa en la mirada del espectador. Por eso, además de la pintura, incorporo elementos de documentación y escritura que acompañan la pieza, ofreciendo claves para que el público pueda entrar en ese universo emocional y simbólico.
En definitiva, esta obra es una exploración de cómo lo personal puede transformarse en un acto público de dignidad, y cómo la técnica pictórica puede convertirse en un lenguaje que trasciende lo visual para tocar lo ético y lo poético.
¿Participas en concursos de arte? ¿Has ganado alguna vez o has quedado finalista?
Sí, participo en concursos de arte porque considero que son espacios de diálogo y legitimidad, donde la obra se somete a la mirada de jurados y públicos diversos. Más allá del resultado, cada certamen es una oportunidad para situar mi trabajo en un contexto más amplio y compartirlo con nuevas comunidades.
Este año 2025, he tenido la satisfacción de quedar finalista en dos concursos de relevancia a nivel nacional. En octubre de 2025 fui finalista en el VI Concurso Solidario de Pintura sobre Derechos Humanos en Alicante, un certamen que une el arte con el compromiso social, y que me permitió reafirmar la dimensión ética de mi obra. Ese mismo año, en septiembre, también fui finalista en el XXXIX Concurso de Pintura Contemporánea Sanvisens en Sitges, un referente dentro del panorama artístico español, donde mi trabajo fue reconocido por su capacidad de transformar la emoción en lenguaje abstracto y simbólico.
Estos reconocimientos no los entiendo como metas aisladas, sino como estaciones dentro de un trayecto en expansión. Cada concurso me impulsa a seguir investigando, a profundizar en mi lenguaje visual y a mantener viva la convicción de que el arte puede ser un acto de memoria, dignidad y resonancia colectiva.
¿Cuáles son tus dos obras favoritas? ¿Podrías explicarnos que representan?
De entre todas mis obras, hay dos que considero fundamentales porque condensan mi manera de entender el arte y mi propio recorrido vital.
La primera es “Big Bang Emocional”, una pieza que nace de la necesidad de transformar la vulnerabilidad en un acto público de dignidad. Es una obra que explora el origen de la emoción como fuerza expansiva, un estallido que se convierte en lenguaje visual. A través de capas pictóricas, gestos enérgicos y transparencias, la obra representa cómo lo íntimo puede abrirse hacia lo colectivo, invitando al espectador a reconocerse en esa energía compartida. Para mí, es un manifiesto de que el arte puede ser memoria, ética y resonancia.
La segunda es una obra más íntima, “La Grandiosidad del Cosmos I”. En ella trabajo con la idea de que cada gesto pictórico es una estrella que se une a otras para formar un mapa simbólico. Representa la continuidad entre generaciones, la manera en que nuestras experiencias personales se inscriben en una constelación más amplia de historia y territorio. Técnicamente, se construye con veladuras y trazos delicados que buscan sugerir la fragilidad y, al mismo tiempo, la permanencia de la memoria.
Ambas obras son favoritas porque no solo hablan de mí, sino de un nosotros: de cómo la emoción, el recuerdo y la dignidad pueden convertirse en un lenguaje compartido que trasciende lo individual y se abre a la comunidad.
¿En qué red social recibes más interacción con tus seguidores y te sientes más cómodo?
La red social en la que recibo más interacción y en la que me siento más cómodo es Instagram. Es un espacio muy visual que me permite compartir mis obras en diálogo directo con quienes las contemplan, y donde cada publicación se convierte en un pequeño ritual de encuentro. La inmediatez de la imagen y la posibilidad de acompañarla con palabras me da la oportunidad de transmitir no solo la obra en sí, sino también el trasfondo simbólico y emocional que la sostiene.
En Instagram encuentro una comunidad diversa: desde personas que se acercan por curiosidad hasta quienes siguen mi trayectoria con atención y cariño. Los mensajes que recibo suelen ser de agradecimiento, de reconocimiento y de diálogo, lo que me confirma que mi trabajo cumple su cometido de resonar más allá de lo individual.
Me siento cómodo porque es un espacio donde puedo mostrar tanto lo técnico como lo poético, y donde la interacción no se limita a un “me gusta”, sino que muchas veces se transforma en conversación, en memoria compartida y en vínculos que trascienden lo digital.
¿Recibes mensajes de agradecimiento de personas que ven tus obras? ¿Crees que estás cumpliendo tu cometido?
Sí, recibo mensajes de agradecimiento con frecuencia, y para mí son uno de los mayores reconocimientos que puede tener un artista. Muchas personas me escriben para compartir cómo una obra les ha conmovido, les ha hecho reflexionar o les ha conectado con recuerdos y emociones propias. Esos mensajes me confirman que el arte no se queda en el estudio ni en la sala de exposición, sino que se prolonga en la vida de quienes lo contemplan.
Creo que estoy cumpliendo mi cometido precisamente en ese momento: cuando la obra deja de ser solo mía y se convierte en un espacio compartido. Mi propósito siempre ha sido transformar la emoción en un lenguaje simbólico y técnico que pueda dignificar la experiencia humana. Cuando alguien me dice que se ha sentido acompañado, que ha encontrado un reflejo de su propia memoria o que ha sentido paz al mirar una pieza, entiendo que el arte ha cumplido su función de resonar más allá de lo individual.
Para mí, esos mensajes son también un recordatorio de que el arte es un acto de cuidado y de comunidad. No se trata únicamente de crear imágenes, sino de generar vínculos, de abrir un espacio donde la emoción se convierte en memoria compartida. Y en ese sentido, sí: siento que estoy cumpliendo mi cometido como artista.
¿Es fácil ser artista? ¿Cuánto tiempo te lleva realizar una obra?
Ser artista no es fácil, porque implica vivir en un territorio de constante vulnerabilidad y búsqueda. No se trata únicamente de dominar una técnica, sino de sostener un compromiso con la emoción, con la memoria y con la dignidad de cada gesto. Ser artista significa enfrentarse a la incertidumbre, a la necesidad de legitimar la obra en contextos diversos y, al mismo tiempo, mantener la fidelidad a una voz propia. Esa tensión entre lo íntimo y lo público, entre lo personal y lo institucional, es lo que hace que el camino sea exigente, pero también profundamente enriquecedor.
En cuanto al tiempo que me lleva realizar una obra, no puedo medirlo en horas o días de manera estricta. Cada pieza tiene su propio ritmo, marcado por el proceso de investigación, la experimentación técnica y la maduración simbólica. Hay obras que nacen de un gesto inmediato y se completan en pocas jornadas, y otras que requieren semanas o incluso meses de trabajo, porque necesitan que las capas pictóricas, las veladuras y los trazos encuentren su equilibrio.
Más allá del tiempo cronológico, lo importante es el tiempo interior: el momento en que la obra se siente completa, cuando deja de ser solo mía y está lista para abrirse al espectador. Ese instante es el verdadero final del proceso, y a veces llega rápido, otras veces se demora, pero siempre responde a la necesidad de que la obra sea un acto de resonancia y memoria compartida.
Big Bang Emocional de Juan Carlos González
Si tuvieras que elegir una palabra que te definiera ¿cuál sería?
La palabra que me define es “resonancia”.
Resonancia porque mi trabajo no busca quedarse en el gesto individual, sino expandirse hacia lo colectivo. Cada obra nace de una emoción íntima, pero se transforma en un lenguaje simbólico y técnico que vibra más allá de mí, encontrando eco en la memoria y la sensibilidad de quienes la contemplan.
Resonancia también porque mi trayectoria se ha construido en diálogo con el territorio, con las comunidades y con las instituciones que han legitimado mi voz. Mi inclusión en el Archivo de Artistas Abstractos Españoles de la Fundación Juan March, por ejemplo, no es solo un reconocimiento personal, sino la confirmación de que mi obra se inscribe en una constelación generacional que sigue vibrando en el presente.
Finalmente, resonancia porque cada gesto artístico es para mí un acto ritual: un intento de que la emoción se convierta en memoria compartida, de que lo poético se convierta en un espacio de dignidad, y de que el arte siga siendo un puente entre lo íntimo y lo universal.
¿Has realizado alguna exposición?
Sí, he realizado diversas exposiciones que han marcado etapas importantes en mi trayectoria, tanto en el ámbito local como en el internacional. Cada una de ellas ha sido un espacio de encuentro y legitimidad, donde mi obra ha podido dialogar con públicos distintos y situarse en contextos que enriquecen su significado.
Entre las más destacadas puedo mencionar:
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Exposiciones locales y territoriales: He participado en muestras colectivas y personales en espacios vinculados a Barcelona, Madrid, Sant Cugat, Matadepera y Castellbisbal, lugares que han sido fundamentales para consolidar mi identidad artística. A nivel nacional destacaría la participación en ARTIST360 de Madrid con Casa Maiko Art Gallery y recientemente en AKELARRE ART FAIR de Madrid.
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Exposiciones internaciones: He participado en muestras colectivas, tanto en Paris (Carrousel du Louvre) como en Londres (Arrival Gallery).
Cada exposición ha sido para mí más que un evento: ha sido un acto de resonancia, un espacio donde la obra se completa en la mirada del espectador y donde el arte se convierte en un puente entre lo íntimo y lo comunitario.
Tenemos entendido que estás trabajando en otra obra. ¿Podrías adelantarnos algo?
Sí, actualmente estoy desarrollando una nueva obra que continúa mi investigación sobre la relación entre emoción, memoria y territorio. Es una pieza que busca expandir la energía iniciada en Big Bang Emocional, pero llevándola hacia un plano más participativo y colectivo.
La obra se construye a partir de capas pictóricas y gestos que dialogan con la idea de constelación: cada trazo es una huella que se conecta con otras, formando un mapa simbólico de experiencias compartidas. Técnicamente, estoy trabajando con veladuras y transparencias que permiten que la luz atraviese la materia, generando un efecto de apertura y resonancia.
Lo novedoso de este proyecto es que no se limita a la pintura como objeto, sino que incorpora elementos de documentación y escritura que acompañan la pieza, invitando al espectador a entrar en un proceso de lectura y contemplación. Mi intención es que la obra no solo se mire, sino que se viva como un espacio de memoria compartida, donde lo íntimo se transforma en un acto público de dignidad.
En definitiva, es una obra que busca tender puentes entre lo personal y lo comunitario, entre lo técnico y lo poético, y que se inscribe en mi propósito de convertir cada gesto artístico en un ritual de resonancia.
Para todos los artistas que nos están leyendo y que actualmente presentan un bloqueo artístico. ¿Qué consejo les darías?
El bloqueo artístico no es un enemigo, sino una señal. Muchas veces aparece cuando la exigencia, la presión o la rutina nos desconectan de la raíz emocional que da sentido a nuestro trabajo. Mi consejo es aprender a escuchar ese silencio y convertirlo en un espacio fértil.
En lugar de luchar contra el bloqueo, recomiendo ritualizarlo: darle un lugar, reconocerlo como parte del proceso creativo. A veces, detenerse, caminar por el territorio, observar la luz de un día distinto o escribir unas palabras sin intención estética puede abrir caminos inesperados. El arte no siempre nace del gesto inmediato, sino de la capacidad de transformar la pausa en memoria y la vulnerabilidad en fuerza.
También es importante recordar que el arte no se mide solo por la producción constante. Cada obra necesita su tiempo interior, y el bloqueo puede ser la antesala de una transformación. Confiar en ese ritmo, aceptar que la creación tiene ciclos, nos ayuda a no desesperar y a mantener la fidelidad a nuestra voz.
Por último, aconsejo volver a lo esencial: preguntarse por qué empezamos a crear, qué emoción nos mueve, qué gesto queremos dignificar. Esa pregunta, sencilla pero profunda, suele ser la llave que abre de nuevo el camino.
¿Algún dato curioso sobre ti?
Un dato curioso sobre mí es que soy autodidacta: nunca seguí una formación académica tradicional en bellas artes, lo que me ha permitido construir un lenguaje propio, libre de dogmas, pero profundamente conectado con lo técnico y lo poético. Esa condición me ha dado la posibilidad de transformar cada aprendizaje en un descubrimiento personal, y cada error en una oportunidad de resonancia.
En definitiva, lo curioso de mí es que vivo el arte no solo en el estudio o en la sala de exposiciones, sino en cada gesto cotidiano, como si todo pudiera convertirse en un acto de memoria y dignidad compartida.
El grito de la materia de Juan Carlos González
¿Te dedicas en exclusividad al arte?
No lo concibo como un pasatiempo, sino como una forma de vida y un compromiso profundo con la emoción, la memoria y la dignidad. El arte para mí no es algo que se añade a la rutina, sino el eje que organiza mi existencia: cada gesto, cada obra y cada correspondencia forman parte de un ritual que busca resonar en lo colectivo.
¿Desde cuándo eres pintor? ¿Qué te motivó a hacerlo?
Soy pintor desde hace muchos años, aunque mi camino no comenzó en una academia ni bajo la tutela de maestros tradicionales, sino desde la necesidad íntima de transformar la emoción en un lenguaje visual. Mi condición de autodidacta me permitió explorar con libertad, sin dogmas, y descubrir que la pintura era el medio más poderoso para dar forma a aquello que no podía expresarse con palabras.
Lo que me motivó a pintar fue la urgencia de convertir la vulnerabilidad en un acto de dignidad. En los momentos de mayor intensidad emocional, la pintura se convirtió en un refugio y, al mismo tiempo, en una declaración pública. Cada trazo era un gesto de memoria, cada capa pictórica un intento de resonar más allá de lo individual.
Con el tiempo, esa motivación inicial se transformó en un compromiso: el arte como puente entre lo íntimo y lo colectivo, como espacio donde la emoción se convierte en memoria compartida. Pintar no fue una elección casual, sino una necesidad vital que me llevó a construir un lenguaje propio, técnico y poético, que hoy se legitima en el ámbito institucional y se abre a la comunidad.
¿Influencias de otros artistas o movimientos artísticos?
Mi obra se nutre de influencias diversas, aunque siempre las he entendido más como resonancias que como modelos a seguir. En el plano histórico, me siento cercano a los movimientos de la abstracción lírica y gestual, porque en ellos encuentro la libertad del trazo y la capacidad de convertir la emoción en forma. La pintura abstracta española de la segunda mitad del siglo XX, con figuras como Antoni Tàpies o Joan Miró, ha sido una referencia constante, no tanto por imitar su estilo, sino por su manera de transformar lo íntimo y lo simbólico en un lenguaje universal.
También me inspiran los artistas que han sabido vincular el arte con la memoria y la ética, como los integrantes del informalismo europeo, que entendieron la materia como un espacio de resistencia y dignidad. En el ámbito internacional, admiro la capacidad de los expresionistas abstractos —como Mark Rothko o Jackson Pollock— de convertir la pintura en un territorio emocional expansivo, donde el espectador se sumerge en la obra como en un espacio de contemplación.
Más allá de nombres concretos, mi mayor influencia es la idea de que el arte es un acto de resonancia: un puente entre lo personal y lo colectivo, entre lo técnico y lo poético. Los movimientos y artistas que me inspiran son aquellos que han sabido dignificar la vulnerabilidad, transformar la emoción en memoria y situar la obra en un diálogo abierto con la comunidad.
Háblanos de la evolución de tu obra
La evolución de mi obra ha sido un proceso de transformación constante, marcado por la necesidad de convertir la emoción en un lenguaje cada vez más abierto y resonante. En mis inicios, la pintura era un refugio íntimo: un espacio donde podía canalizar la vulnerabilidad y dar forma a experiencias personales. Los primeros trabajos estaban muy ligados a la espontaneidad del gesto y a la exploración autodidacta de la materia.
Con el tiempo, esa búsqueda se fue enriqueciendo con una mayor conciencia simbólica y técnica. Empecé a trabajar con capas, veladuras y transparencias que me permitían construir un lenguaje más complejo, donde lo íntimo se expandía hacia lo colectivo. La obra dejó de ser solo un acto personal para convertirse en un puente con la comunidad, un espacio de memoria compartida.
Un punto de inflexión importante fue la creación de Big Bang Emocional, que marcó la consolidación de mi lenguaje abstracto, picórico y poético. A partir de ahí, mi trabajo se orientó hacia la idea de resonancia: cada pieza debía ser no solo una imagen, sino un acto ritual capaz de dignificar la experiencia humana.
La evolución más reciente se refleja en mi inclusión en el Archivo de Artistas Abstractos Españoles (AAAeE) de la Fundación Juan March, que sitúa mi obra dentro de una constelación generacional y me impulsa a seguir profundizando en la dimensión histórica y ética de mi práctica. Hoy, mi trabajo se abre cada vez más a lo participativo, incorporando documentación, escritura y propuestas que invitan al espectador a ser parte activa del proceso.
En definitiva, la evolución de mi obra ha sido un tránsito desde lo íntimo hacia lo colectivo, desde la vulnerabilidad hacia la legitimidad, y desde el gesto espontáneo hacia un lenguaje técnico y simbólico que busca resonar en la memoria de quienes lo contemplan.
¿Qué supone para ti MundoArti? ¿Te ha ayudado a crecer como artista?
Para mí, MundoArti supone un espacio de legitimidad y encuentro. Es una plataforma que no solo difunde la obra, sino que la sitúa en un contexto de diálogo con otros artistas y con públicos diversos. En un mundo donde el arte muchas veces necesita puentes para llegar a la comunidad, MundoArti se convierte en ese mediador que da visibilidad y abre caminos.
Me ha ayudado a crecer como artista porque me ha permitido ampliar mi alcance más allá del territorio inmediato, conectando mi trabajo con una red nacional e internacional. Gracias a su apoyo, mis obras han podido ser vistas en certámenes y exposiciones que refuerzan la dimensión profesional de mi trayectoria. Además, la presencia en MundoArti me ha dado la oportunidad de compartir mi proceso creativo, de recibir mensajes de reconocimiento y de situar mi voz en un espacio donde el arte se entiende como memoria y resonancia.
En definitiva, MundoArti ha sido para mí un aliado en la construcción de legitimidad y en la expansión de mi lenguaje artístico. No lo veo solo como una plataforma, sino como una comunidad que acompaña y potencia el crecimiento de quienes creemos que el arte es un acto de dignidad y de encuentro.
¿Qué proyectos tienes en mente para el futuro?
De cara al futuro, mi intención es seguir profundizando en la dimensión simbólica y participativa de mi obra. Estoy trabajando en proyectos que no se limitan a la pintura como objeto, sino que buscan integrar documentación, escritura y acciones ritualizadas que inviten al espectador a formar parte activa del proceso creativo.
Uno de los proyectos más inmediatos es la exposición individual prevista en el Ateneu Sant Cugat en 2026, donde quiero plantear un profundo recorrido mi obra pictórica generando un espacio de memoria compartida. Será una oportunidad para vincular mi trabajo con el territorio y con la comunidad que siempre ha acompañado mi trayectoria.
A nivel internacional, deseo consolidar los puentes abiertos con Londres y otras ciudades europeas, ampliando la resonancia de mi obra más allá del ámbito local. Mi inclusión en el Archivo de Artistas Abstractos Españoles (AAAeE) de la Fundación Juan March me impulsa también a pensar en proyectos que dialoguen con la historia del arte abstracto en España, situando mi voz en esa constelación generacional.
Finalmente, estoy diseñando propuestas que integren performance y ritual colectivo, donde el público no solo contemple la obra, sino que participe en ella, convirtiéndose en parte de ese acto de dignidad y resonancia que siempre busco.
En definitiva, mis proyectos futuros se orientan hacia la expansión: más diálogo, más comunidad y más resonancia, siempre fiel a la idea de que el arte es un puente entre lo íntimo y lo colectivo.
¿Qué mensaje te gustaría transmitir a los lectores de MundoArti?
El mensaje que me gustaría transmitir es que el arte no es únicamente una cuestión estética, sino un acto de dignidad y de resonancia. Cada obra es un puente entre lo íntimo y lo colectivo, una manera de transformar la emoción en memoria compartida.
A los lectores de MundoArti quiero decirles que el arte está vivo en cada gesto cotidiano, en cada mirada que se detiene ante una obra, en cada palabra que se convierte en símbolo. No hace falta ser artista para participar de él: basta con abrirse a la experiencia y dejar que lo que vemos nos transforme.
También quiero subrayar la importancia de la comunidad. El arte no se sostiene en soledad; necesita del diálogo, de la legitimidad que ofrecen las instituciones, y del reconocimiento que llega de quienes lo contemplan. Cada mensaje de agradecimiento, cada conversación, cada exposición es parte de ese tejido que nos une.
Finalmente, mi mensaje es de gratitud: gracias por acompañar este camino, por dar sentido a la obra con vuestra mirada y por confirmar que el arte sigue siendo un espacio de encuentro, de memoria y de esperanza.
¿Qué consejo darías a los artistas que están empezando?
El consejo que daría a los artistas que están empezando es que confíen en su voz propia y en la legitimidad de cada gesto, aunque al principio pueda parecer frágil o vulnerable. El camino artístico no se mide por la rapidez ni por la cantidad de obras producidas, sino por la capacidad de transformar la emoción en un lenguaje que resuene en los demás.
Les diría que no tengan miedo de ser autodidactas, de explorar, de equivocarse y de aprender en cada intento. La técnica es importante, pero lo esencial es la fidelidad a la emoción que los impulsa a crear. Cada error puede convertirse en descubrimiento, y cada pausa en un espacio fértil para que la obra madure.
También les aconsejo que busquen comunidad: el arte no se sostiene en soledad. Compartir procesos, dialogar con otros artistas y abrirse al público son pasos fundamentales para que la obra se convierta en memoria compartida. La legitimidad llega cuando el trabajo se sitúa en un contexto de diálogo y resonancia.
Finalmente, les animaría a vivir el arte como un acto de dignidad. No lo vean como un hobby pasajero, sino como un compromiso profundo con la emoción y con la sociedad. Cada obra, por pequeña que sea, puede ser un puente entre lo íntimo y lo colectivo, y esa es la verdadera fuerza del arte.


